domingo, 12 de diciembre de 2010

Universidad en la Orotava

El hecho fundamental e inevitable de que nuestra Comunidad Autónoma se asiente sobre siete territorios separados por la mar origina que determinados servicios con la consideración de esenciales -sanidad y educación sobre todos- no puedan ser prestados con la puridad y el rigor que nuestra Constitución establece: la sanidad y la educación no están al alcance de todos los canarios de parigual manera por las servidumbres que establece la fragmentación del territorio. Ciñéndonos a la educación financiada desde el dinero del erario la posibilidad de instalar una universidad en cada Isla queda descartada porque, desgraciadamente, no hay presupuesto que aguante tamaña inversión en infraestructuras y gastos de personal. Esa ha sido la causa que ha dado lugar a que muchos canarios de las islas no capitalinas hayan tenido que renunciar a los estudios superiores a pesar de desearlo y tener una capacidad intelectual más que suficiente. Si añadimos a esto la injusticia social que ha supuesto no invertir lo suficiente para poder sufragar esta desventaja las piezas encajan y el puzle se completa. También en la propia Isla se dan las circunstancias para que los alumnos que viven más alejados tengan mayor dificultad que los que han nacido y vivido más cerca de las dos universidades establecidas.
Confieso que soy un defensor a ultranza de la sanidad y la educación públicas y de ahí el que nunca haya visto con buenos ojos que centros de educación y hospitalarios pertenezcan a empresas que buscan en ellos una rentabilidad económica similar a la que puede obtenerse de una fábrica de chorizos. Pero esa mi manera de pensar -y más aún de sentir- no me ciega hasta el punto de no admitir lo de positivo tuvieron y siguen teniendo los centros educativos privados, concertados o no, que han tomado asiento en las Islas. Hasta el día de hoy, que yo sepa, nadie ha puesto el grito en el cielo para oponerse a los centros privados de renombre: las Escuelas Pías, La Salle, La Pureza, La Asunción, etcétera. Lo que si se ha criticado es que la enseñanza pública se nutra de un conjunto de alumnos que portan mayores problemas y, además, que en los tramos anteriores a los estudios superiores -tanto o más importantes que la propia Universidad-, la calidad de la enseñanza sea inferior.
Así las cosas cuesta admitir -otra cosa es entender- que en los sectores académicos más elitistas se haya levantado una polvareda como consecuencia de una nueva instalación docente, una Universidad en la Orotava, cuando a través de ella la gente pudiente puede matricular a sus hijos. A estas alturas de la historia, cuando la red internet nos ha abierto las puertas del mundo, resulta chocante que algunos le quieran poner alambradas al campo del conocimiento. Entendemos, eso sí, que esta iniciativa privada haya puesto nerviosos/as a muchas personas por que puede suponer para la Universidad de La Laguna un centro que va a competir con ella en base a ofertar una mayor calidad y otras titulaciones que hasta ahora nadie se ha preocupado en reclamar. Si la Universidad de La Laguna, templo del saber lagunero, se hubiese ganado a pulso la fama que podría haberle otorgado el tiempo, nada tendría que preocuparle: los alumnos -y más los padres- son proclives a estudiar en una Universidad Pública si ésta ofrece las debidas garantías. Y, recuerden: “Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes, dentro del respeto a los principios constitucionales”. Esa es la ley.

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