domingo, 12 de diciembre de 2010

De quiénes venimos (2)

Por mucho interés que hayan puesto aquellos que se han empecinado en buscar, encontrar y registrar -sin rigor ni interés científico- las características que la antropología otorgó a los primeros canarios lo único cierto es que perduran muchas lagunas históricas y que a lo más lejos que ha llegado el discernimiento de los historiadores profesionales es a terminar admitiendo que la mayor parte de las incógnitas se siguen sosteniendo entre la conjetura y la hipótesis. Parece incuestionable admitir que los primeros pobladores pertenecían a alguna de las incontables tribus bereberes - imazighen – que poblaron el norte de África pero se siguen manteniendo dudas más que razonables sobre las manifiestas diferencias de los que habitaron cada una de las islas. Un recorrido por los secretos que nos han desvelado los grabados rupestres encontrados inciden y le dan mayor consistencia a la hipótesis -una más- planteada. Y esta presumible diferencia entre los primeros canarios de las siete islas imposibilita que podamos hablar de unas Canarias unidas y únicas desde el pasado prehistórico. Así pues, desde esta perspectiva, buscar en las raíces podría llevarnos a concederle razones de peso a los pleististas de turno y oficio. 
Para los que realmente sí tenemos interés por saber nuestro pasado no deja de resultar grosera esa alocada carrera en busca de la identidad a partir de los intereses políticos. Ese nuevo despertar -ya hubo otros, aunque más tímidos, en el pasado reciente- de los nacionalistas canarios -toda una amalgama de siglas sin discurso ni contenido político- lo único que pretende es buscar un espacio político que les garantice su ansia de poder y conseguir, además, su modus vivendi al socaire los ingresos obtenidos como representantes de los ayuntamientos, de los parlamentos y, ya en el colmo de la inconsecuencia, los órganos de la Unión Europea. Si la idea que tienen los nacionalistas de todas las islas es alcanzar ese hilo conductor que una, sin ningún tipo de interrupción, al hombre canario del presente con ese hombre del pasado venido desde la cercana África -como no podía ser menos- para que la nacionalidad canaria se arme de parecida manera a las nacionalidades catalana, vasca, gallega o valenciana, bueno sería que tuviesen en cuenta que existen períodos en la historia de Canarias que han contribuido más y mejor a conformar nuestra identidad.
Si nos detuviésemos a mirar a los países de la América de habla hispana costaría muy poco encontrarnos con el indio actual que encuentra a sus ancestros en un tiempo que se nos antoja remoto. Y frente al indio de ayer y al indio de hoy se nos ocurre preguntar hasta qué punto pudo haber sida distinta la vida en esos países por razones, de mucho peso por cierto, que tienen que ver con las influencias externas y con la aceptación de nuevas formas de vida siempre en consonancia con el imparable desarrollo de los pueblos.
 Para el conocimiento más profundo del hombre guanche de poco ha valido ese ridículo esfuerzo que ha consistido en obtener un modelo a escala vistiendo un esqueleto o a partir de una momia.  A propósito de la momia decir la cantidad de información que podría dar esa momia, siempre reclamada, que ha encontrado lugar de asentamiento en un museo de la metrópoli. Bien, pues retomando el hilo de la cuestión no podemos olvidar el día aquel en el que nos fue mostrada aquella figura de un guanche que tanto se parecía al boxeador Dun-Dun Pacheco. Y el mismo sentimiento de rechazo lo experimentamos al observar las figuras que son protagonistas de diferentes escenas en un esfuerzo por conseguir un lugar de visita obligada para los ignorantes de aquí -que también los hay- y los ignorantes de allá.

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