miércoles, 29 de diciembre de 2010

Déficit tarifario

El que un articulista provinciano se haya adelantado en el tiempo -3 ó 4 años más o menos- a la subida que va a experimentar el precio en el recibo de la luz indica, sobre cualesquier otra consideración, que bastaba la aplicación estricta del sentido común para alcanzar a saber que la política energética de la nación española ha sido, desde mucho tiempo atrás, un verdadero desastre. La ciudadanía española, la misma que ahora pone el grito en el cielo al ver cómo se va a tener que rascar el bolsillo por culpa de la subida de la luz, tuvo que haberse interesado -ocasiones y medios ha tenido-, de verdad y con rigor, de que el mensaje ultra ecologista sobre esta cuestión esencial tenía mucho más que ver con los engañosos cantos de sirena que con la realidad impuesta por los vaivenes económicos de los combustibles fósiles. ¿Y ahora qué? Pues ahora, como diría mi abuela, “güí, canta y no llores”.
La política energética de España -y por extensión la de la Comunidad Autónoma Canaria- se ha fundamentado en el aprovechamiento por parte del Estado de una situación insostenible en aras de no adoptar medidas impopulares que podrían dañar los réditos electorales. Y todos los partidos políticos, sin excepción, son responsables de que ahora, en plena crisis económica, se tengan que tomar medidas para evitar caer en bancarrota. El Estado, de cuyas decisiones dependemos, ha vuelto a fallarnos en una cuestión que consideramos esencial para nuestra supervivencia. El déficit tarifario, es decir, la deuda que se ha ido acumulando a lo largo del tiempo por el mero hecho de no establecer un precio acorde con lo que suponía el valor real de la energía, ha dado lugar a que ahora, en tiempo de vacas flacas, no quede otro remedio que subir de golpe lo que tuvo que haberse subido poco a poco. Y que la ciudadanía todavía se pare a mirar a las compañías eléctricas como responsables del desaguisado, cuando el precio queda establecido por la Comisión Nacional de la Energía y es aprobado en Consejo de Ministros, sólo demuestra que no hay mayor ciego que el que no quiere ver.
Ahora mismo, los medios de comunicación de mayor tirada en el ámbito estatal, siguen alimentando la ceremonia de la confusión al no apoyar la información en el debido rigor. No dicen, con toda claridad, que el precio de la energía obedece a un mix -una mezcla- energético que incorpora a la energía generada a partir del gas, el gasóleo eléctrico, el carbón, la energía hidráulica, la eólica, la fotovoltaica, la energía nuclear… La soberana empanada mental nacida al socaire de una defensa desmedida de las energías alternativas -eólica y fotovoltaica- ha soslayado, en beneficio de los intereses bastardos, que las únicas formas de energía en las que puede sostenerse un suministro estable y de calidad son la hidráulica y la que se genera en las centrales térmicas. No obstante, y como podemos comprobar rebuscando en las hemerotecas, las únicas energías que han recibido un tratamiento de favor han sido la energía eólica y la fotovoltaica.
El precio del recibo de la luz se descuelga del precio de un mix energético brutalmente dañado por los precios de la energía eólica y fotovoltaica. El ciudadano de a pie tendrá que sacar, de sus ya estrujados bolsillos, un dinero que servirá de beneficio a unos empresarios privados que se han beneficiado de unas subvenciones estatales que se distraen al dinero del erario. Y, para más inri, nos alineemos en unas manifestaciones promovidas por una conciencia ecologista más despistada que una cabra harta de papeles. Sí, queridos lectores, es hora de aclarar nuestras ideas para saber, al menos, que detrás de los protocolos de Kioto y otras zarandajas hay gato encerrado. No miremos a las reservas nacionales de carbón con tamaño desdén. Pensemos que, algún día, los avances tecnológicos podrán conseguir un sistema que atrape, hasta límites tolerables, la emisión de CO2 que se desprende de la combustión del carbón. Una central alimentada con carbón, contaminación al margen, es siempre una central fiable y segura.
Y quién lo iba a decir. Ahora, después de que la fabricación de presas para conseguir los saltos de agua fuera acosada con ánimo de derribo, se publicita que los últimos y generosos inviernos han dado lugar a un aumento hasta el 59% de la energía hidráulica. Además, y por si fuera poco, los embalses se están mostrando como la mejor fórmula -bombeando agua a los mismos- para almacenar la energía excedente de nuestro sistema eléctrico. Ya ven, como dije antes, el que un articulista de provincias se haya adelantado a lo que va a suceder con el recibo de la luz se debe, única y exclusivamente, a un aprovechamiento acertado del sentido común.

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