domingo, 19 de diciembre de 2010

Introito

Desde el año 1984 al día de hoy he publicado cientos, miles de artículos de opinión en tres diarios de la isla de Tenerife: El Día, La Gaceta de Canarias y La Opinión de Tenerife. No dudo al afirmar que la tarea llevada a cabo -constante, sacrificada y muy poco reconocida socialmente- se ha dado la mano con el rigor académico, la contrastación de los datos y el máximo respeto hacia todo aquel que podría sentirse aludido por lo que yo pensaba y escribía. Estoy obligado a confesar, porque es de justicia, que nunca he recibido ningún tipo de consigna de los medios de comunicación reseñados sino que, aunque cueste creerlo, he gozado de plena libertad a la hora de exponer unas opiniones que no han dejado de ser, día a día, comprometidas y comprometedoras. Escribir para un periódico es siempre una tarea que, caso de decir lo que pensamos, nos sitúa al filo de ese imposible que aspira a dejar a todos contentos; aquí suele ocurrir, casi siempre, que los que son llamados a capítulo se conviertan en nuestros irrenunciables enemigos. En esta democracia nuestra que se sostiene sobre la debilidad de los cartones desechados no escasean los que siguen pretendiendo que nadie se meta en su público trabajo sin pararse a pensar que viven -muy bien por cierto- gracias al esfuerzo de todos, a lo que todos aportamos a la hacienda pública.  
Y si admitimos que la tarea de escribir con relativa frecuencia supone un formidable esfuerzo, si ganamos más enemigos que amigos, y si cobramos poco -muy poco-, lo menos que podemos pedir a cambio es que aquello que escribimos sea respetado -totalmente- por quienes creen que nos hacen un favor al publicar en las páginas de su diario el mensaje elaborado a base de ir enhebrando una letra tras otra hasta conseguir el artículo diario. No soy para nada ajeno a aquel apartado del decálogo que escribiera Camilo José Cela para los periodistas en el que convino en decirnos que todo aquel que escribiera en un diario sin compartir su línea editorial lo mejor que podría hacer consistiría en buscar otro domicilio en el que poder verter su negro sobre blanco. Pero incluso estando al tanto de lo dicho por el premio Nobel nada ni nadie me ha podido convencer de que la pluralidad de contenidos en un determinado medio de comunicación es lo que lo convierte en atractivo y, sobre todo, democrático. Los planteamientos fundamentalistas, cuando son vertidos en el mensaje escrito, convierten a un periódico en una hoja volandera que termina, como la hojarasca en la arboleda, siendo pisoteada por el despistado caminante hasta hacer olvidar que un día las hojas estuvieron llenas de vida. Escribir, sí, pero desde el mutuo respeto que preconizaba Immanuel Kant. Ni más… ni menos.
 Pues bien, partiendo de lo dicho, me propongo abordar la causa última que ha dado lugar a mi ausencia absoluta y permanente de la prensa escrita y mi aparecer en este blog que pretende no estar encorsetado por los caprichos, la soberbia, la falta de escrúpulos y la incompetencia que, por estas fechas, resultan inherentes a los directores y/o editores de los periódicos locales. Desde ese profundo dolor que mana de sentirse víctima de la injusticia que ha terminado por arrojarme a la calle, como agua sucia, del último periódico en el que escribí -La Opinión de Tenerife-, he tomado la decisión de seguir escribiendo aquí, en esta forma nueva de comunicación, con el único deseo de que mi botella de mensajes derive en la marea para terminar arrumbando hacia un puerto seguro en el que se entienda, tal como le pasara a Ciro Alegría en su mundo ancho y ajeno, que la felicidad nace de la justicia y ésta del bienestar de todos. Bienvenidos a este blog.

1 comentario:

  1. Bienvenido a la blogosfera, donde no existe limite a distintas lineas editoriales. Solo tu conciencia y el "enter" de tu equipo, limitan tu opinión. Se agradece tu introito y en adelante, cuando discrepemos, te lo comentaré. Como observas... este medio es más participativo que un periódico.Un abrazo

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