domingo, 12 de diciembre de 2010

Política energética de Canarias

La política energética de la nación española vive presa de una incertidumbre que nace al socaire de los intereses partidistas, la conveniencia de las empresas privadas y el desconocimiento generalizado de una población que suele manifestar su descontento ante los apagones con argumentos tan penosos, tan poco creíbles, que obligan a sonreír a los mismos que son criticados por la mala gestión de los recursos energéticos. Bueno y sano es manifestar públicamente nuestras discrepancias pero no es de recibo enfrentarse al adversario sin el debido conocimiento de causa ya que, de ocurrir esto, abundamos en nuestro propio descrédito.
Y si totalmente desacertada es la praxis energética en la España continental -nucleares sí, nucleares no; renovables más, renovables menos- igual de desacertada y mucho más preocupante -las Islas Canarias están muy a trasmano de todo- es la política energética en estos peñascos que, como escribiera Luis Álvarez Cruz, están anclados en las soledades azules del Atlántico.
Hasta los más incrédulos han tenido que admitir, después de la experiencia vivida tras los últimos apagones en la isla de Tenerife, que la energía es un bien necesario y que en ausencia de la misma casi todas las actividades desarrolladas por los seres humanos quedan paralizadas. Sería muy bueno admitir, antes de apuntarnos a las cruzadas en defensa del medio natural -¿y quién no está a favor de conservar un paisaje que es, por encima de cualesquier otra consideración, nuestra primigenia y más autentica seña de identidad?- documentarnos debidamente para no provocar la hilaridad de aquellos que leen conociendo los asuntos tratados. Verbigracia, cómo ha sido asumido por la ciudadanía ese brutal atentado al paisaje producido en los altos de El Médano por una línea de transporte en alta tensión -220 kV- calculada por REE -Red Eléctrica de España- siguiendo a pies juntillas las directrices marcadas por la Consejería de Industria del Gobierno de Canarias que fue la que estableció el aberrante modelo de torre que obliga a torcer el gesto a todo aquel que lo mire. La línea que iba por los altos de Vilaflor era, si duda, la mejor estudiada y la más conveniente pero… Pero a pesar de ser la mejor -dañaba al paisaje en un tono menor- algunos aprovecharon el desconocimiento de nuestro pueblo para confundirlo hasta el punto de que ahora hasta los que vienen de fuera tienen que hacer la señal de la cruz ante un panorama tan atroz, tan salvaje. Este atentado ecológico sólo tiene, según mi punto de vista, un responsable: responsable es el Gobierno de Canarias que no sabe, no quiere o no puede, establecer el marco de una política energética que resuelva nuestros problemas a corto, medio y largo plazo. Ya ven, a estas alturas de la historia, dado que las elecciones ya casi están en puertas, todavía no han decidido si se mantiene o no la central de Las Caletillas. Ahora mismo todos los políticos implicados en este asunto se apuntan al NO porque quieren seguir manteniendo sus puestos de privilegio. Valiente descaro.

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