domingo, 12 de diciembre de 2010

Bailando bajo la lluvia

Si a cualquier persona interesada en la experiencia le da por depositar un litro de agua en un depósito cuadrado de un metro de lado -1.000 X 1000 milímetros- el agua depositada alcanza un milímetro de altura, es decir, la distancia que marcan las dos rayitas consecutivas de una cinta métrica o de un metro cualquiera. Y si en vez de un litro fuesen 10 litros el agua del depósito ascendería 10 milímetros, hasta alcanzar los 100 milímetros -10 centímetros- en el caso de que el agua depositada fuese 100 litros. De acuerdo con esto, cuestión que no tiene otra interpretación ya que se trata de una aplicación del sistema métrico decimal, si el agua caída recientemente en algunos lugares de la isla de Tenerife fue de 278 litros por metro cuadrado podríamos pensar que en nuestro imaginado depósito la altura alcanzada fue de 278 milímetros, es decir, 27, 8 centímetros. Un palmo tiene aproximadamente 21 centímetros.
Antes que nada, y después de pedir disculpas por esta pegajosa introducción, lo que quisiera dejar claro es que se equivoca Ricardo Melchior, presidente del Cabildo de Tenerife, cuando intenta echar balones fuera -cosa que hacían los malos defensas, los paleros- al alinearse con Paulino Rivero, en ese lamentable y ya gastado enfrentamiento con el Estado español cada vez que tenemos un problema de cierta entidad. Afirmar que la predicción meteorológica se quedó corta con respecto a la precipitación producida tendría pleno sentido si no fuera porque la causa de los problemas -las incontables imágenes así lo demuestran- hay que buscarla y resolverla en tierra firme, allí donde las infraestructuras no se han ido adecuando a los problemas ya denunciados por otros eventos de parecida especie.
Que la predicción meteorológica se adelantó en el tiempo y estuvo al alcance y conocimiento de todos es un hecho que no merece contestación alguna; sabíamos que iba a llover, y mucho. Pero supongamos que ese curioso radar, al que se le tienen que preparar los recambios en EEUU -otra historia para no dormir-, hubiese estado funcionando y nos hubiera adelantado las cifras reales de la lluvia caída. ¿Qué hubiese hecho Ricardo Melchior? ¿Poner a los isleños en estado de máxima alerta y paralizar a la isla recluyendo a la gente en sus casas? ¿O hubiese sacado al Ejército a la calle para imponer el toque de queda? Nada, no hubiese podido hacer nada de provecho porque el espacio de tiempo con que contaba -tres o cuatro días- no le hubieran permitido limpiar el cauce de los barrancos, aumentar el diámetro de las conducciones que reciben al agua de la lluvia -y a las fecales-, tomar las medidas para resolver el problema de los bajos y garajes, elevar las vías del tranvía allí donde proceda, comprobar el estado de los mal llamados muros de contención, resolver los problemas estructurales de los edificios públicos, etc. La cuestión, referida a responsabilidad por incompetencia, es tan meridianamente clara que pretender demostrar lo contrario supone una metedura de pata hasta el corvejón.
A pesar de ese análisis puramente subjetivo de los que tienden a valorar las lluvias del presente con las lluvias del pasado -yo nunca, en todos mis años de vida, había visto llover de esta manera-, lo único cierto es que los datos estadísticos que nos ofrecen nuestros profesores universitarios -poco dados a salir en la tele- indican que ha habido inviernos en los que ha llovido tanto o más que ahora. Como también revelan, a través de estudios geográficos serios, que se han tapado cauces de barrancos sin poner en funcionamiento las medidas alternativas que tales obras reclamaban. Y tienen claro, muy claro, que volverá a llover -tanto o más que estos días-, y que la predicción de un radar –más o menos especializado- no nos va a

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