domingo, 9 de enero de 2011

Elecciones municipales

Ya comienzan a aflorar, desde el árido terreno de los intereses políticos, las estrategias pensadas para hacernos votar según la conveniencia de quienes han visto en la política la mejor manera para ganarse holgadamente el pan de cada día y, a su vez, ser el centro de atención -hay que satisfacer al ego- de la ciudadanía a través de una participación mediática que llega a dar asco. Los que están sentados en las poltrona hacen todo lo posible para no perder el lugar -los que fueron a Sevilla perdieron su silla- y los que están fuera, los que siguen chupando rueda en la oposición, ponen todo su empeño y sus artes -buenas y malas- a fin de conseguir descabalgar a unos jinetes que se creen ser como el Cid. La pelea es dura porque todos ellos han alcanzado a saber que hoy día, sin necesidad de ser un genio estadístico ni un mediano pensador, no hay ocupación en el mundo que de tanto a cambio de tan poco. Tal como nos enseña la realidad que vivimos, político, incluso líder en la política, puede ser cualquiera que sea un experto en el arte de medrar y mostrar, sin ninguna clase de rubor, más de dos caras como Jano. Y en mentir, en ser capaz de decir digo donde antes dijera Diego.
Ya tenemos encima, cual pesada e irremediable losa, a las elecciones municipales. Se trata de unas elecciones muy para andar por casa y en las que los grupos de gobierno de los ayuntamientos descienden hasta las mismas calles para practicar el proselitismo entre sus vecinos. Aquí las ideologías y los planteamientos de hondo calado se dejan a la vera del camino porque lo que el vecino reclama es si se le va a arreglar o no el camino, si se va a dejar la oscuridad en favor de la luz gracias a que se ha aprobado el proyecto de alumbrado, si se va a contar con energía eléctrica y agua para adecentar el cuarto de aperos… Aquí el voto se inclina a favor de aquel que se preocupe y hable de lo mío. Aquí el voto vale lo que un plato de lentejas y es por eso que toma sentido lo escrito por Manuel Verdugo en sus Burbujas:
Por un plato de lentejas
                                                               vendió Esaú su derecho.
                                                               Por un bisté con patatas
                                                               Dios sabe que hubiera hecho.
Los alcaldes y concejales, que saben cómo mover la soga para que salten todos a una, se aplican en fórmulas empíricas que saben les dan resultados. Aquí en Tenerife, donde la sombra de ATI sigue siendo alargada, se siembra la semilla de la convicción en las asociaciones vecinales y se ponen en marcha las giras que incluyen mesa y mantel y, por el camino, algún bocadillo de chorizo. Y es que pocas cosas tan eficaces como regalarle a la gente ociosa -pensionistas, parados de corta y larga duración, etcétera- una o varias comidas gratis, guagua por la cara y visita cultural (¿) sin pagar entrada. Ya se sabe, de estómagos agradecidos está este mundo lleno. No sé si saben, los que construyen su edificio sobre esta calidad en los votos, que a lo más que pueden aspirar es a seguir siendo pueblerinos en medio de un mundo materialmente evolucionado. ¿Cómo puede un alcalde, después de haberse plegado ante un tinglado de mañas espurias, hablarles a sus vecinos de solidaridad, justicia social, educación y sanidad universales?
Y con estos mimbres. ¿Qué cesta puede hacerse con una clase de mimbres que se quiebran al menor intento por curvarlos? Por Dios bendito, que un pueblo no es Umbral cuando se acercó a la televisión para hablar de su libro. De su puñetero libro. Los pueblos son los ladrillos sobre los que se construyen las comunidades y las naciones. Y si seguimos así, si seguimos cambiando un voto por un bocadillo de chorizo, nunca alcanzaremos la madurez democrática que nos permitiría salir del estatus actual de república bananera.

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