viernes, 7 de enero de 2011

Economistas en la higuera

Si los ingenieros de Caminos, Canales y Puertos hubiesen tenido tan poco acierto como el de los economistas a la hora prever la crisis económica así como las formas y maneras de salir de la misma, ahora mismo estaríamos asistiendo al desmoronamiento de todas las infraestructuras de este planeta. Si la torpeza mostrada por los economistas, incluidos catedráticos de universidad, se hubiera repetido en las otras disciplinas que cubren el abanico laboral de los estados modernos, nadie pondría en duda que nos acercábamos al fin del mundo. Afortunadamente no ha ocurrido así y serán los economistas, y sólo ellos, los que provoquen la hilaridad de todos aquellos que a lo más que hemos llegado en asuntos económicos es a procurar llegar a fin de mes sin números rojos. Y si hemos alanzado tamaño logro es porque un día aprendimos que los números naturales no resolvían la resta cuando el sustraendo era mayor que el minuendo. Y fue así que, de cabeza, fuimos a encontrarnos con los números negativos. 
Los economistas nos han fallado de mala manera y, lo que más da coraje, es que todavía se atrevan a asomarse a la ventana de los televisores y a los micrófonos de las radios para seguir dándonos consejos. Yo, de ser uno de ellos, me encerraría en mi casa -atosigado por mi propio ridículo- y no asomaría el hocico hasta que la ventolera se llevara a la hojarasca. Claro es que yo soy yo y mi circunstancia nada ha tenido que ver con las adivinaciones del futuro. Pero aquí y ahora, al margen los economistas, hasta Paulino Rivero se atreve a ejercer de Nostradamus. Lo que hay que ver.
A través de la información de los diferentes medios de comunicación hemos sabido que 3.000 familias canarias han perdido sus viviendas -la voracidad de los bancos es ilimitada- en el pasado año porque no han podido cumplir los pagos que quedaron estipulados en sus hipotecas. Ante esta situación, dramática donde las haya, a alguno de estos economistas de pacotilla se le ocurrirá decir que la causa de este problema debe ser buscada en una falta de previsión por parte del inversor, es decir, que el comprador no tuvo en cuenta que apostaba en una operación con riesgo y ahora paga el error. Sin embargo, la otra parte, es decir, el banco o la caja también apostó con riesgo -en la misma operación- y no han perdido nada. Bien, pues dónde estuvieron los economistas que no supieron o quisieron alertar a los ciudadanos que las pólizas contraídas eran inhumanas, que atentaban contra la ética y la moral. Y no creo que se atrevan a decir que todo se debió al desconocimiento de la letra pequeña porque esa letra establece unas condiciones formales que no las entiende ni el mismísimo Garrigues Walker. En resumen, que en este lío en el que nos hemos metido nadie es ajeno a las culpas pero el que paga, ¡y de qué manera!, es el que cedió a la tentación de tener una casa propia y digna.
Bájense de la higuera y díganles al sufrido pueblo, caso de tener las cosas claras, como se puede burlar la acción de los bancos. Averigüen de qué manera se puede impedir que los bancos y las cajas sigan machacándonos a su antojo porque tienen la sartén por el mango. Gánense, a pulso, las atribuciones que les otorga su titulación superior, y encuentren la salida para los problemas de este mundo ancho y ajeno, sobre todo ajeno. Y es que se trata, en definitiva, de recuperar el crédito que han perdido.

1 comentario:

  1. Hay una premisa aceptada hasta ahora: la banca siempre gana. De lo contrario, será la sociedad a través de los gobiernos sustentados por la banca, la que les inyectarán recursos ajenos para que sigan ganando y así, tres vueltas al cubilete y...de oca a oca, tiro por que me toca.. El resto somos paganos.

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