lunes, 7 de febrero de 2011

Gigante

Supongo que cualquier ser humano de buena voluntad andará confuso -al igual que yo- al no poder entender, saber o averiguar, hasta dónde seríamos capaces de llegar las personas ante la dolorosa tesitura en la que nos coloca esa decisión suprema que consiste en atentar contra la tierra que nos sirve de apoyo y otorga el sustento a cambio de obtener los réditos espurios que devengan los atentados ecológicos. La cuestión de nuestro ser o no ser ante ese humano comportamiento tendría que valorar, en primerísimo lugar, si el fin justifica a los medios en decisiones fundamentales e, incluso, si el fin en sí mismo podría ser colocado por encima del bien y del mal.  Y la cuestión queda agravada en la medida que al alterar el orden establecido -confundir el fin con los medios y viceversa- ya entra en liza un código ético que ha sido forjado, a lo largo de los años, en la fragua de un ardiente Vulcano. Golpe a golpe, verso a verso.
Dicen que el fin perseguido a la hora de construir el nuevo puerto industrial en Granadilla estriba en alcanzar un crecimiento del nivel de desarrollo económico y social de la comarca sureña. Como se entenderá, dado el cariz que mantiene la crisis económica, la innegable creación de nuevos puestos de trabajo constituye un argumento lo suficientemente sólido para ser tenido en cuenta porque a todo bien nacido le asiste el derecho de ganarse el pan con el sudor de su frente. No obstante, por el contrario, como razonamiento que se opone al primero, los que no están de acuerdo con la construcción del puerto basan su argumento en lo que consideran es un atentado ecológico sobre los fondos marinos que se van a ver afectados. Según ellos, los que se apoyan en fundamentos no compartidos por toda la comunidad científica, antes que los puestos de trabajo están las praderas submarinas en las que nacen y crecen las sebas. Sin pasiones, dejando a la vera del camino a los intereses particulares, partidistas o partidarios, ¿cuál de las dos posiciones debería ser atendida? Y, de parecida manera, repetimos la pregunta: ¿En el supuesto de que en los fondos pertenecientes a Canarias existiera petróleo, debería o no ser extraído? ¿Qué peso argumental deberíamos colocar en cada plato para inclinar el fiel de la balanza hacia uno u otro lado?
Este tipo de decisiones no son nuevas aunque si se nos revela como nueva una conciencia ecológica más pujante y más extendida que antaño. Si nos paráramos a recordar terminaríamos por concluir en que los buenos de la película Gigante fueron los que quisieron mantener la existencia de una explotación ganadera que se identificaba plenamente con la tierra tejana. El malo fue aquel que encontró petróleo y no se detuvo a pensar más allá que en hacerse rico explotando los yacimientos. Ahora mismo, en la Francia de la libertad, igualdad y fraternidad, el Estado no para a la hora de buscar unos yacimientos de petróleo casi en el mismísimo subsuelo de París.  Ya los franceses tienen pozos en explotación y otros pendientes de la concesión de los permisos correspondientes. A este paso, y si algún ser superior no lo remedia, las viñas que dan los mejores vinos y las vacas que dan la mejor leche -y con la leche el queso- dejaran paso para que se proceda al más lucrativo negocio que mana del oro negro. Y la pregunta sigue siendo la misma: ¿Qué Francia queremos? Una Francia pujante en lo económico y social o una Francia con un índice de paro superior al de España
Como se verá, incluso admitiendo que el análisis realizado es muy elemental, anida en nosotros, como seres que seguimos siendo únicos, la posibilidad de opinar, con pleno conocimiento de causa, sobre las decisiones más importantes que se toman en esta tierra que es más préstamo de nuestros hijos que herencia de nuestros padres. Cosa bien distinta es que nuestra opinión sea atendida incluso contando con una mayoría en las urnas que se opone a la destrucción del planeta. Y para muchos no resulta convincente lo de los males necesarios porque así se comienzan las guerras. En fin, que unos brindarán con petróleo y otros lo harán con champán. Como debe ser.

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